El comercio ilegal de vida silvestre es una de las mayores economías criminales a nivel global, poniendo en peligro la biodiversidad y el clima mundial. A medida que el problema se intensifica, investigadores han propuesto un nuevo enfoque en la detección de contrabando: el uso de ratas gigantes africanas. Un estudio publicado en Frontiers in Conservation Science detalla cómo estas ratas (Cricetomys ansorgei), conocidas por su excepcional olfato, han sido entrenadas para detectar olores relacionados con especies amenazadas y madera en peligro.
En la investigación, las ratas fueron entrenadas en laboratorio para reconocer el olor de escamas de pangolín, una especie traficada por su alto valor en la medicina tradicional; madera de Dalbergia melanoxylon, usada en artesanías y música por su calidad; y cuernos de rinoceronte y colmillos de elefante, símbolos de estatus y riqueza en varias culturas. Estas ratas alcanzaron un nivel de precisión del 85.71% y una tasa de falsas alarmas de solo 1.3%, comparables con los resultados obtenidos por perros, que comúnmente son entrenados para detección de olores. Además, mantuvieron su habilidad incluso después de varios meses sin exposición a los olores.
Sin embargo, la investigación tiene limitaciones. Al haber sido realizada en un ambiente controlado, los resultados no garantizan el éxito de las ratas en condiciones reales, donde los olores y contextos son más variados. Asimismo, se planteó la necesidad de ampliar el entrenamiento en olores múltiples para que los animales puedan reconocer distintas variaciones y combinaciones, dado que los cargamentos de contrabando suelen involucrar diferentes especies y materiales en cantidades variables.
Otra complicación surgió cuando se descubrió que las muestras de marfil y de rinoceronte se almacenaron juntas, lo que pudo generar contaminación de olores entre ellas, afectando los resultados. No obstante, los investigadores consideran que la capacidad de las ratas para detectar mínimas cantidades de un olor específico es un buen indicio para futuros entrenamientos en condiciones reales.
El estudio propone una opción innovadora que podría fortalecer los esfuerzos contra el tráfico de vida silvestre, con la esperanza de que la investigación de campo confirme el potencial de estos roedores en la lucha contra esta actividad criminal.
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